Un día en la vida de un estudiante Munde.
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Reconocemos a Julián Barrera, un estudiante argentino, nada más llegar a la puerta de la facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Complutense de Madrid. Un joven de 20 años, cuyos rasgos físicos principales son el pelo negro, la piel morena, una cierta altura y robustez y la vigorosa sonrisa con la que nos recibe.
Tras las presentaciones de rigor le invitamos a desayunar en la cafetería de la facultad, lugar donde nos confiesa que pasa muchas horas con sus compañeros. Entre el olor a café, el bullicio matutino y el acento argentino que le hace tan característico, nos cuenta los detalles sobre su vida al otro lado del Atlántico, en la provincia argentina de Córdoba.
Es el mayor de tres hermanos de una familia de clase media, que tuvo muy claro desde pequeño lo que quería estudiar: tecnicatura en comunicación. Decidió venir a España para vivir la experiencia como estudiante aquí y para aprender a organizarse sin la ayuda de su familia. A pesar de que el temario es similar al de su tierra, echa de menos la facilidad que tenía allí para trabajar en los medios de comunicación. Aquí, ha tenido que conformarse con trabajar de camarero en un bar. Sin embargo, ha aprendido a valorar el esfuerzo del trabajo y lo que cuesta ganar un sueldo a fin de mes, al igual que a organizar y a administrar su economía. Este dinero, sumado a la beca, le proporciona lo que necesita para mantenerse. Pasa el tiempo durante el desayuno y se da cuenta de que se ha perdido la primera clase, pero no le parece un motivo que exija una gran preocupación.
A las diez y media entran sus amigos en la cafetería y le recuerdan que en treinta minutos comienza la siguiente clase, de sociología, a la que por supuesto queremos asistir. En ese espacio de tiempo Julián desconecta y aprovecha para hablar con sus compañeros del partido de Champions que se disputaría por la noche. Ellos nos cuentan que Julián, como buen argentino, es un “fanático del futbol, y de Maradona”.
Después de la tertulia futbolística deciden acudir a clase. Llegamos a un aula con capacidad para 100 personas aproximadamente, pero apenas se completa con 20 alumnos. El profesor casi no utiliza el encerado, y da una clase magistral durante una hora y media en la que Julián toma apuntes. Al salir nos confiesa que es la clase más aburrida pero que la materia le resulta de fácil comprensión.
Para un estudiante de Grado el día habría finalizado, pero al ser un alumno Munde cuenta con un plan de estudios que incluye materias de licenciatura. La próxima asignatura, Movimientos literarios y análisis de textos en prácticas ocupa la siguiente hora, a la que no podemos asistir. Con esto acaba su día en la facultad de comunicación.
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Póster de Freddy Mercury en la habitación de Julián |
La comida transcurre entre diálogos sobre lugares por los que salir por la noche en Madrid (siempre y cuando el trabajo y los estudios lo permitan), y sobre futbol, chicas y temas que cualquier joven del mundo conoce.
Después de ayudarle a recoger la mesa, nos despedimos de él hasta la hora de trabajar para que pueda acabar sus trabajos universitarios (si es posible en su desordenada mesa), entre los que está la preparación de una exposición.
A las 6 volvemos a encontrarnos con Julián en su lugar de trabajo: el bar "El escalón", situado en el barrio de Argüelles. Como no podemos molestarle en su horario de trabajo (que dura hasta las 11), aprovechamos para hablar con su jefe. Este nos cuenta que está muy contento con “el argentino”, como le conocen en el bar, pero que al principio le costó adaptarse al ritmo de trabajo; quizá por su inexperiencia en el mundo laboral.
Cuando aumenta el ritmo de trabajo decidimos marcharnos y dejar a nuestro estudiante finalizar su jornada.
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